sábado, 24 de abril de 2010

Milana bonita...

(...) tantas veces le preguntaban, ¿qué tiempo te tienes tu, Azarías? otras tantas respondía, cabalmente un año más que el señorito, pero no era por mala voluntad, ni por el gusto de mentir, sino por pura niñez, que el señorito hacía mal en renegarse por eso y llamarle zascandil, ni era justo tampoco, ya que el Azarías, a cambio de andar por el cortijo todo el día de Dios rutando y como masticando la nada, mirándose atentamente las uñas de la mano derecha, lustraba el automóvil del señorito con unas bayeta amarilla, y desenroscaba los tapones de las válvulas a los automóviles de los amigos del señorito para que al señorito no le faltaran el día que las cosas vinieran mal dadas y escaseasen y, por si eso no fuera suficiente, el Azarías se cuidaba de los perros, del perdiguero y del setter, y de los tres zorreros y si, en la alta noche, aullaban en el encinar el mastín del pastor y los perros del cortijo se alborotaban, el Azarías, los aplacaba con buenas palabras, les rascaba insistentemente entre los ojos hasta que se apaciguaban y a dormir y, con la primera luz, salía al patio estirándose, abría el portón y soltaba a los pavos en el encinar, tras de las bardas, protegidos por la cerca de tela metálica y, luego, rascaba a la gallinaza de los asaderos y, al concluir, pues a regar los geranios y el sauce y a adecentar el tabuco del búho y a acariciarle entre las orejas y, conforme caía la noche, ya se sabía, Azarías, aculado en el tajuelo, junto a la lumbre, en el desolado zaguán, desplumaba las perdices, o las pitorras, o las tórtolas, o las gangas, cobradas por el señorito durante la jornada y, con frecuencia, si las piezas abundaban, el Azarías reservaba una para la MILANA, de forma que el búho, cada vez que le veía aparecer, le envolvía en su redonda mirada amarilla, y castañeaba con el pico, como si retozara, todo por el espontáneo afecto, que a los demás, el señorito incluido, les bufaba como un gato y les sacaba las uñas, mientras que a él, le distinguía, pues rara era la noche que no le obsequiaba, a falta de bocado más exquisito, con una pi caza, o una ratera, o media docena de gorriones atrapados con liga en la charca, donde las carpas, o vaya usted a saber, pero, en cualquier caso, Azarías les decía al Gran Duque, cada vez que se arrimaba a él, aterciopelando la voz, MILANA BONITA, MILANA BONITA (...).

"Los Santos Inocentes", Miguel Delibes, 1981



Un saludo y hasta luego!




.

No hay comentarios: